Para ser conductor de primera «hace falta conducir bien, que te guste tu trabajo y tener don de gentes. Es muy importante tener empatía y, como en cualquier otra profesión, mejor si disfrutas con lo que haces». Aunque la respuesta no rima con la banda sonora de cuanta excursión escolar se hizo en la década de los ochenta, la versión de Rafael Estévez le ha valido alzarse con el premio al Mejor Conductor de Autocar de España, celebrado en la feria Expobús Iberia.

Es el gerente de la empresa Raúl, una de las veteranas de la provincia, a un año de celebrar el centenario de su creación. Rafael recuerda cantar esa y todas las canciones del grupo Pica Pica como los niños de la época, pero él se fio más de los consejos de su padre, porque además tenían premio. «Con once años ya aparcaba autobuses, pero antes los tenía que lavar, así que imagínate cuántos he tenido que limpiar», desvela. Tuvo tiempo para lavar bastantes porque hasta diez años después, y ya con el correspondiente permiso en la mano, no cogió el volante de ninguno fuera del hangar.

Tampoco olvida su primer viaje como profesional, hace 18 años. «Era la ruta de A Cañiza a Vigo, la había hecho antes cientos de veces con mi padre, pero ese día me obsesioné con que me iba a perder. Me pasó porque estaba tan ilusionado y nervioso como cuando con 11 aparqué por primera vez el autobús, y con miedo», confiesa. Pasó la prueba con nota y, ahora, el niño que «siempre quería estar sentado en el autobús» tiene una flota de 30, con 27 conductores profesionales en plantilla. El servicio ha cambiado mucho en este tiempo. «Antes había que parar cinco minutos en Mondariz para que la gente desayunara. Una tardanza ahora así sería imposible, era otro ritmo de vida, hay que tener más paciencia».

Sus cualidades al volante le subieron al podio en la feria Expobús Iberia. Se impuso a otros treinta aspirantes al conseguir 619 puntos. El segundo puesto fue para otro gallego, José Manuel González Juárez, de Autocares Meijide de Lalín, que obtuvo 555 puntos. Mientras, la tercera posición fue para el vasco Miguel Molina Delgado, de Bidasoa Bus, de Vitoria, que sumó 530 puntos. Según la organización, se valoró «el trato con el viajero y el equipaje, la suavidad en la conducción, el control de las reacciones de los usuarios, la anticipación y los hábitos de la conducción». Fueron ocho pruebas eliminatorias: parada para carga y descarga de viajeros y equipajes, slalom en diferentes sentidos, diana de precisión en la parada, cambio de carril con más o menos velocidad, frenada de emergencia, prueba de paso estrecho y de altura y también aparcamiento.

La más curiosa fue la de destreza ya que, según explica Rafael, «tuvimos que superar un circuito de obstáculos con una pelota de tenis sobre un plato en el salpicadero del vehículo». Lógicamente, la suya no se salió en ningún momento del plato. La pericia y la experiencia van de la mano, sobrada para el gerente de una compañía que desde hace décadas hace la ruta diaria por Mondariz, A Cañiza y Ponteareas, municipios plagados de viales para entrenar a fondo estas cualidades. «Yo quería conducir autobuses desde pequeñito, nunca me llegaba la edad para sacarme el carné», asegura. Ahora los tiene todos, incluido alguno de barco y no descarta sacar alguno de avión «porque el aeromodelismo es otra mis aficiones». Su verdadera pasión son sus dos hijos, «demasiado pequeños aún para saber si van a querer seguir la tradición familiar».